viernes, 18 de mayo de 2007

El Hombre y La Moral


La palabra moral, cuando es adjetivo calificativo de una persona, es normalmente sinónimo de bueno y honesto, así decimos por ejemplo que ese hombre es “moral” y aquel otro es “inmoral”, queriendo señalar a primero como una persona honesta y al segundo como un individuo malo o injusto.
En todas las sociedades, un cierto modo del comportamiento es tenido como moral, y su contrario como inmoral, por eso moral es en ocasiones empleado como honesto. En toda sociedad, cual sea la poca, se ha entendido por igual este concepto, anteriormente mencionado, sin embargo, existen algunas constantes que caracterizan al hombre honesto y que conviene mencionarlas.
Un hombre honesto, es desinteresado, quiere decir que él actúa no en beneficio propio, sino que pensado siempre en mejorar la sociedad o el entorno que lo rodea. Este desprendimiento, este altruismo
, es meditado y consiente, vale decir, que una persona no hace sacrificios absurdos, sino que necesarios y convenientes. El hombre honesto, no acepta rutinariamente obligaciones impuestas, sino que las medita y en ocasiones intenta mejorarlas cuando lo cree oportuno y justo. Suele proponer alternativas y sugerencias que provoquen el bien común, el bienestar colectivo, sin caer en proposiciones imposibles de conseguir. Por último el hombre honesto, no es aquél poseedor de formulas morales que continuamente predica ya conseja, sino que su vida y comportamiento es un ejemplo de espejo del sentido moral, que le es propio y con él camina por la vida.
Todas estas características son propias de un hombre moral, que es sincero con el resto de las personas, es la tónica constate de su qué hacer. No se trata de que sus características parezcan aisladas, están en él presente como forma de su propio ser y de su esencia de pertenecer a este mundo.
Por esto hablamos a veces del carácter moral de la persona. La palabra carácter procede del vocabulario griego, que significaba marca o sello, esculpido sobre algo. Hacemos referencia, como dijimos anteriormente que tales rasgos del carácter moral, han de ser constantes y propios del hombre honesto.

El hecho moral

Un hecho moral, es considerado todo acto, acontecimiento, acción, sobre el que podamos pronunciarnos, señalando su bondad o maldad, su corrección incorrección, su honestidad o deshonesta.
Hemos definido al hecho moral como aquel acto que enjuiciamos calificándolo de bueno o malo. La moralidad de un hecho, es la moralidad que posee un protagonista de la misma acción, es la bondad o la maldad que demuestra quien lo ejecuta, que manifiesta a través de quien lo realiza. La ética de una persona, pertenece netamente a él, y ésta puede ser diferente a la de otra persona, por eso todos calificamos de una manera distinta un hecho particular.
Nosotros nos asombramos ante un hecho moral, como por ejemplo las torturas y guerras que se viven actualmente en el medio oriente, nos preguntamos por la moralidad de suceso, y automática pensamos en los responsables de tales actos, juzgándolos con dureza o benevolencia, eso depende de los criterios morales que posee cada observador de acuerdo a la cultura o sociedad en donde se encuentre inserto.
La persona y sus obligaciones éticas


Entendemos por obligación ética la necesidad de pautas y normas de comportamiento que rige a una sociedad o a una persona individual. Estén personas que aparentemente no comulgan con ninguna alternativa moral, ofreciendo una propia normativa de vida y de conducta, consistente en hacer lo que uno quiere, pero aun en este hipotético caso aparece una exigencia, si no ética al menos regulativa.
Frases como “no me ha parecido bien”, “esto está mal” o “él no es honesto”, son expresiones usuales y corrientes, utilizadas por nosotros con frecuencia. Detrás de todas éstas hay una exigencia ética, un criterio moral, por el cual designamos lo negativo o positivo de los actos que protagonizamos u observamos. Es, pues, inherente a la persona el sentido ético, entendiendo por tal no sólo la necesidad personal de una normativa que nos suministra criterios mediante los cuales podamos califica nuestro comportamiento y el ajeno, sino también la tendencia a valorar el comportamiento propio y el de los demás.
Cuando hablamos del sentido ético de una persona, nos estamos refiriendo al hombre social. Un individuo que viviera aislado de la sociedad, que no hubiera tenido jamás contactos con otros hombres, no tendría sentido ético, y no podríamos imponerle reglas de conducta alguna, sería un individuo que no tiene ni derechos ni deberes, que obraría según su gusto o capricho y no existirían reglas que regulara su actuar, como bien podemos comprender que este individuo no ha existido nunca.
Todas las personas hemos vivido y vivimos en sociedad, así pues, la exigencia ética de las personas está estrechamente conectada con el sentido social de las mismas con la sociedad concreta en que vive, se desarrolla y se comunica.
Una vez que tenemos establecido el carácter social de las obligaciones éticas de la persona, tenemos que llamar la atención sobre las sociedades en las que estas personas se relacionan y observan que en ellas también existen éticas concretas.
“Así entonces, las comunidades por muy primitivas que sean, podemos observarlas desde un catálogo más o menos profuso de exigencias morales de normas de comportamientos. No se trata sólo de reconocer las exigencia de estas normas en cualquier tipo de comunidad, sino de conocer la propia exigencia del individuo, del hombre social, del hombre comunitario, para que un cierto tipo de normas excitan y regulen la vida moral de la sociedad.”

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